Las estaciones de la dehesa

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LAS ESTACIONES EN LA DEHESA
 
La Dehesa es naturaleza viva y va cambiando con las diferentes estaciones del año,
que van dejando su marca en plantas, aves, pequeños insectos...
 
PRIMAVERA
La Primavera ha llegado a nuestras Dehesas de Higuera de Vargas.
Ha despertado el campo de su letargo invernal, de sus colores oscuros, marrones
ocres y de su cielo nublado y sombrío, derramando su maravillosa paleta de
colores para deleite de nuestros sentidos .
Siempre se puede disfrutar de esa estación en cualquier parte, pero aquí, es una
sensación única como no podremos experimentar jamás.
 El paisaje se vuelve mágico. Los verdes adoptan toda la gama de colores en las
encinas y en los pastos. En las florecillas del suelo puedes contemplar todos los
colores que conforman el Arco–Iris .
 Es un auténtico jardín silvestre: EL JARDÍN DE LA DEHESA
 El aire después de las lluvias primaverales es limpio y transparente, huele a
campo, a tierra mojada. En nuestros oídos resuenan mil y un sonidos de los
habitantes de la Dehesa que alegres reciben la estación más esperada del año,
esos sonidos que forman un concierto de música inigualable.
Está la dehesa cubierta con un manto de margaritas, botones de oro brillando y
jaras comenzando a florecer. Las varitas de San josé o Gamonitas también están
empezando a echar las flores, y pronto aparecerán los lirios.
En la cuenca de nuestro Alcarrache, aparecen las Orquídeas a la sombra de las
encinas .
Los encinares que la pueblan son una auténtica maravilla en primavera, cuando
el sol se acerca, la hierba brilla y se ven también los alcornocales y resaltan entre
el follaje los cortijos.
 “Campo, campo, campo. Entre las encinas los cortijos blancos" (Machado).
Se escuchan los arrullos de las rulas en sus cortejos, pues en la dehesa conviven
muchas especies animales manifestándose, sobre todo, en los bellos amaneceres
primaverales, con cantos y arrullos de las torcaces que no faltan nunca en las
dehesas, porque las bellotas maduras de encinas y alcornoques, constituyen su
alimentación por excelencia.
Las viejas encinas florecen y sus “mocos” amarillos, promesas de futuros frutos, 
las cubren de oro. Con las luces cálidas del atardecer, sus árboles son testigos de la
vida higuereña.
Ahora, el agua, la floración de las especies, los animales, los quercus, los
matorrales, las plantas y todo lo que tiene vida e incluso la tierra y las rocas
inanimadas que dejan brotar entre sus junturas esas briznas verdes, se animan
con la llegada del buen tiempo.
 Llega la noche, la oscura noche que la rodea y la envuelve en su misterio, pero no
queda silenciosa, se oyen los reclamos del mochuelo, el cárabo, el autillo,
durante el día refugiados en las trocas de las encinas que le sirven de hogar, antes
de salir a sus nocturnas cacerías en busca de presas para su alimento y que han de
encontrar en la noche misteriosa de nuestras dehesas.
El alma se serena contemplando estos vastos campos de encinas y alcornoques,
especies típicas ,ahora floridas , que conviven con manchas de jaras, jaguarzos,
retamas, tomillo, romero. Esas dehesas rodeadas de paredes de piedra seca
levantadas por nuestros antepasados y que encierran como en un estuche toda la
belleza y la magia de nuestra inigualable Dehesa Extremeña .Aromas de diferentes
plantas como el cantueso y la jara, mientras el alcornocal y el encinar son
bañados por la luz de de tarde que nos acerca la puesta de sol.
 
Carmen Prieto
 
 
 
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